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Se acerca el momento en que los hombres deban rendir cuentas, pero ellos, despreocupados, se desvían.

divertidos sus corazones. Los impíos cuchichean entre sí: «¿No es éste sino un mortal como vosotros? ¿Cederéis a la magia a sabiendas?»

Ellos, en cambio, dicen: «¡Amasijo de sueños! ¡No! ¡Él lo ha inventado! ¡No! Es un poeta! ¡Que nos traiga un signo como los antiguos enviados!»

Antes de ti, no enviamos sino a hombres a los que hicimos revelaciones. Si no lo sabéis, ¡preguntad a la gente de la Amonestación!

Cumplimos la promesa que les hicimos y les salvamos, igual que a otros a quienes Nosotros quisimos salvar, mientras que hicimos perecer a los inmoderados.

¡Cuántas ciudades impías hemos arruinado, suscitando después a otros pueblos!

«¡No huyáis, volved a vuestra vida regalada, a vuestras mansiones! Quizá se os pidan cuentas».

Y no cesaron en sus lamentaciones hasta que les segamos sin vida.

Si hubiéramos querido distraernos, lo habríamos conseguido por Nosotros mismos, de habérnoslo propuesto.

Suyos son quienes están en los cielos y en la tierra. Y quienes están junto a Él no se consideran demasiado altos para servirle, ni se cansan de ello.

¿Han tomado de la tierra a dioses capaces de resucitar?

No tendrá Él que responder de lo que hace, pero ellos tendrán que responder.

Antes de ti no mandamos a ningún enviado que no le reveláramos: «¡No hay más dios que Yo! ¡Servidme, pues!»

Dejan que sea Él el primero en hablar y obran siguiendo Sus órdenes.

A quien de ellos diga: «Soy un dios fuera de Él» le retribuiremos con la gehena. Así retribuimos a los impíos.

Hemos colocado en la tierra montañas firmes para que ella y sus habitantes no vacilen. Hemos puesto en ella anchos pasos a modo de caminos. Quizás, así, sean bien dirigidos.

Él es Quien ha creado la noche y el día, el sol y la luna. Cada uno navega en una órbita.

Cada uno gustará la muerte. Os probamos tentándoos con el mal y con el bien. Y a Nosotros seréis devueltos.

El hombre ha sido creado precipitado. Ya os haré ver Mis signos. ¡No Me deis prisa!

Si supieran los infieles, cuando no puedan apartar el fuego de sus rostros ni de sus espaldas, cuando no puedan ser auxiliados...

Se burlaron de otros enviados que te precedieron, pero los que se burlaban se vieron cercados por aquello de que se burlaban.

¿Tienen dioses que les defiendan en lugar de Nosotros? Éstos no pueden auxiliarse a sí mismos, ni encontrarán quien les ayude frente a Nosotros.

Di: «Os advierto, en verdad, por la Revelación, pero los sordos no oyen el llamamiento cuando se les advierte».

Para el día de la Resurrección dispondremos balanzas que den el peso justo y nadie será tratado injustamente en nada. Aunque se trate de algo del peso de un grano de mostaza, lo tendremos en cuenta. ¡Bastamos Nosotros para ajustar cuentas!

que tienen miedo de su Señor en secreto y se preocupan por la Hora.

Antes, dimos a Abraham, a quien conocíamos, la rectitud.

Dijeron: «Nuestros padres ya les rendían culto».

Dijeron: «¿Nos hablas en serio o bromeas?»

-¡Y por Alá!, que he de urdir algo contra vuestros ídolos cuando hayáis vuelto la espalda-».

Dijeron: «¿Quién ha hecho eso a nuestros dioses? Ese tal es, ciertamente, de los impíos».

Dijeron: «¡Traedlo a vista de la gente! Quizás, así, sean testigos».

«¡No!» dijo. «El mayor de ellos es quien lo ha hecho. ¡Preguntádselo, si es que son capaces de hablar!»

Pero, en seguida, mudaron completamente de opinión: «Tú sabes bien que éstos son incapaces de hablar».

¡Uf, vosotros y lo que servís en lugar de servir a Alá! ¿Es que no razonáis?»

Dijimos: «¡Fuego! ¡Sé frío para Abraham y no le dañes!»

Les salvamos, a él y a Lot, a la tierra que hemos bendecido para todo el mundo.

Les hicimos jefes, que dirigieran siguiendo Nuestra orden. Les inspiramos que obraran bien, hicieran la azalá y dieran el azaque. Y Nos rindieron culto.

Le introdujimos en Nuestra misericordia. Es de los justos.

Y le auxiliamos contra el pueblo que había desmentido Nuestros signos. Eran gente mala y los anegamos a todos.

Hicimos comprender a Salomón de qué se trataba. Dimos a cada uno juicio y ciencia. Sujetamos, junto con David, las montañas y las aves para que glorificaran. Nosotros hicimos eso.

Y a Salomón el ventarrón, que sopla, a una orden suya, hacia la tierra que hemos bendecido. Lo sabemos todo...

Y a Job. Cuando invocó a su Señor: «¡He sufrido una desgracia, pero Tú eres la Suma Misericordia!»

Y a Ismael, Idris y Dulkifl. Todos fueron de los pacientes.

Y al del pez. Cuando se fue airado y creyó que no podríamos hacer nada contra él. Y clamó en las tinieblas: «¡No hay más dios que Tú! ¡Gloria a Ti! He sido de los impíos».

Y a Zacarías. Cuando invocó a su Señor: «¡Señor! ¡No me dejes solo! ¡Pero Tú eres el Mejor de los herederos!»

Y a la que conservó su virginidad. Infundimos en ella de Nuestro Espíritu e hicimos de ella y de su hijo signo para todo el mundo.

Se dividieron en sectas, pero volverán todos a Nosotros.

Cuando destruimos una ciudad, les está prohibido a sus habitantes regresar a ella,

Se acerca la amenaza verdadera. Los infieles, desorbitados los ojos: «¡Ay de nosotros, que no sólo nos traía esto sin cuidado, sino que obrábamos impíamente!»

Si ésos hubieran sido dioses, no habrían bajado a ella. Estarán todos en ella eternamente.

Aquéllos que ya hayan recibido de Nosotros lo mejor, serán mantenidos lejos de de ella.

No les entristecerá el gran terror y los ángeles saldrán a su encuentro: «¡Éste es vuestro día, que se os había prometido!»

Hemos escrito en los Salmos, después de la Amonestación, que la tierra la heredarán Mis siervos justos.

Nosotros no te hemos enviado sino como misericordia para todo el mundo.

Si se desvían, di:«Os he informado a todos con equidad. Y no sé si aquello con que se os amenaza es inminente o remoto.

No sé. Quizás eso constituya para vosotros tentación y disfrute por algún tiempo».